Magallanes medita


Pablo Cingolani

Desde la playa que había bautizado como San Julián, frente al insondable mar, un noche como la noche que es hoy pero del tan lejano 1520, Magallanes eleva su mirada al cielo y ve lo mismo que veo yo: ve la precisa imponencia de la Cruz del Sur

Magallanes, en medio de una tierra que su cronista Pigafetta inmortalizaría como Patagonia, en medio de todo su silencio y sus esplendores, en medio de todo el viento que lo acunaba, que lo acechaba –y la traición que ya vendría-Magallanes se conmueve con la majestad de esa presencia, igual que yo me conmuevo aquí en los Andes: la infinita certeza de la Cruz del Sur

Al sur del sur del sur, allí donde me guie la Cruz, allí debo encontrar ese pasaje que me conduzca a otros océanos, a otras islas, a otras tempestades, a otras ballenas, a otras sirenas, a otras soledades, a otras bellezas, a otros rigores, a otras recompensas. Magallanes medita: al sur del sur del sur, allí donde me guíe la Cruz, allí donde la Cruz me señale el rumbo, debo encontrarlo: el paso que me conduzca, que me conceda, que me obsequie, no sólo un Nuevo Mundo, sino una Vida Nueva –Magallanes pisa fuerte la arena, la marca con sus pies, escucha el callado rumor del mar y siente el fondo de sus pensamientos: siente que siguiendo a la Cruz, a la Cruz del Sur, siente que todo es posible

Yo acabo de recorrer la noche vacía de gentes de Jupapina: en el desolado silencio de las montañas de los Andes, mirabas al cielo y la veías: en la noche clara, clara de claridad sin mácula, la multitud de estrellas cortejaba a la reina estelar, a la Cruz, a la Cruz del Sur, y sentí lo que escribo

Sentí a un hombre, solo en la soledad de una playa vacía, solo en la soledad del tiempo que lo arrasa todo, mirando al cielo, mirando al sur, y lo sentí en la fragua, en la pasión, en la desdicha, en la alegría, lo sentí, lo sentí fuerte y lo sentí un hermano.

Pablo Cingolani
Río Abajo, 12 de abril de 2018

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