Homero Carvalho y otro sueño cazado

Pablo Cingolani

Sin dudas, el mejor Homero, el mejor Homero Carvalho, es aquel que se conecta con ese Homero Carvalho ancestral, hijo de los hijos de esta tierra, de su tierra, la Amazonía, y deja volar su inspiración, hacia atrás y hacia adentro, y escribe, escribe, escribe, vaya que escribe.
 ¿De qué día es esta noche? es el último poemario de Homero Carvalho que, en realidad, es un solo poema, es un solo clamor.
 ¿De qué día es esta noche?, que acaba de ser publicado en el hermano Ecuador, es una llaga, una sola llaga –escrita y poetizada- que inunda, abruma, interpela nuestra conciencia pero que también cautiva, agita, libera, nuestros sentimientos. ¿Por qué? Es muy simple. Porque es poesía. Tal vez el único antídoto que nos queda contra tanta locura al acecho, la locura propia –y, a estas alturas del circo, cada cual, debería ya saber cómo conjurarla- pero, sobre todo, la locura colectiva. Esa locura general, masiva, sin freno, que ha secuestrado al planeta.
 Seamos francos: esa locura colectiva acosa a los pueblos indígenas, cerca como nunca antes a los pueblos indígenas –protagonistas excluyentes del poemario- y los está llevando al borde mismo de la desaparición, producto del aniquilamiento silencioso y vergonzante de sus vidas y de sus culturas.
 El que esté libre de pecado, que arroje la primera mica: esa locura colectiva, a la vez, se traduce en sedentarismo asfixiante, en caos urbano, en violencia despiadada, en neurosis tecnológica, en consumismo como suprema droga, en intoxicación psíquica, en falsas creencias y más falsa espiritualidad. En todo lo que la poesía, no es.
 Porque si hay poesía, si tiene sentido que siga habiendo poesía en este mundo que la niega, es por ese impulso permanente del ser humano de restablecer el lazo, de conectarse con ese mundo primigenio donde nació y abrevó la poesía.
 El mundo de la naturaleza y el mundo de los dones. El mundo de las palabras que ofrendan y que refuerzan y/o restituyen con su poder el sentido y el significado de ese mundo. El mundo que vibra en ¿De qué día es esta noche?
 En esa verdad, por más atroz que siga siendo la película, los pueblos indígenas vivirán para siempre. Vivirán en la belleza, vivirán en la poética, vivirán en esa memoria que será sólo pura belleza y pura poética, y quien no quiera oír, que se joda.


 La verdadera poesía siempre le cantó a eso, siempre le cantará a eso: a esos mundos perdidos –o esos reinos, como ya les cantó el propio Homero- donde la poesía no sólo era canto de iniciados, rito de pocos: era el sagrado aliento que inspiraba la vida, la vida de todos. Ese espíritu impregna a ¿De qué día es esta noche?, de principio a fin.
 Siento que Homero transita esa huella, recobra y alienta esos rastros  –será por su cuna amazónica, será por sus dones de promover la magia- y que esa, su poesía tribal, me animaría a llamarla así, su poesía de demiurgo de la tribu, de la última tribu, es su mejor hechura. La más honda, la más sentida, la que más inspira.
 Atesora un mérito indudable: está colmada de amor, de amor genuino. Hay una textura amorosa que recubre y preserva a la poesía de Homero de toda esa miseria, toda esa ausencia de gracia y de encanto que padece la realidad.
 Y en este mundo desalmado, ese amor -amor esencial, amor apasionado-, ese amor que Homero Carvalho vuelca en su poema es para valorarlo, es para leerlo y evocarlo y es, sin dudas, para agradecérselo siempre.
 Lean ¿De qué día es esta noche?. Mejor: sólo siéntanlo.


Río Abajo, 9 de mayo de 2017

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